miércoles, 17 de abril de 2024

Advertencia cumplida

 Acaba de cumplirse la advertencia número 1:

 


 



La historia se repite dos veces

 

¿Es consciente el Sr. Milei de que está copiando esto?:


lunes, 15 de abril de 2024

Pasolinianamente


 (Gracias, Miguel Rosetti)

sábado, 13 de abril de 2024

Las viejas locas

 por Daniel Link para Perfil

Las profesoras, las escritoras, las filósofas y las educadoras (de todos los géneros) estamos estupefactas. Jamás nos prepararon para lidiar con tan altos niveles de ignorancia, de desprecio hacia las condiciones mínimas de un pensamiento racional y de vulgaridad como los que chorrean desde el actual Poder Ejecutivo.

Es verdad que sufrimos a los Yoma, pero al lado de éstos, aquéllos eran los Grimaldi.

Los veinte años de decadencia intelectual de los que venimos debieron habernos servido de advertencia, pero nunca creímos que se podía caer todavía más bajo. De nada sirve pelearse con las agrupaciones estudiantiles de izquierda que, no se sabe bien por qué, están más preocupadas por el destino de Aerolíneas que por el desmantelamiento del sistema científico argentino y el desfinanciamiento de la educación en todos sus niveles.

Ayer nomás, una profesora de primerísimo nivel me comentaba que para ella los “chanchullos” no tienen importancia. El único “chanchullo” es la deuda externa. Quise decirle que uno no puede pensarse sin los otros, pero estábamos en una fiesta...

Cada frase pronunciada por el portavoz presidencial puede refutarse, ¿pero cómo? No son terraplanistas, pero escucharlos es como escuchar a cualquiera de esos paranoicos que piensan que la ciencia y el saber existen sencillamente para cagarle la vida a ellos.

A nadie parece importarle nada y esa apatía generalizada nos deja en un lugar que empezamos a abrazar cada vez con más ternura: el de la vieja loca que sabe (lo ha leído, lo ha vivido) que la gobernabilidad liberal se encuentra, más temprano que tarde, con la revuelta.


sábado, 6 de abril de 2024

Las hijas de Hegel

por Daniel Link para Perfil

Se presenta hoy el Teatro proletario de cámara de Osvaldo Lamborghini, que la editorial nudista preparó en una edición “democrática” o “popular”, en varios tomos de precios accesibles. La edición estuvo al cuidado de Agustina Pérez, Omar Genovese, Miguel Vega Manrique y Martín Maigua. El tomo 1 lleva además textos de Milita Molina y Alfredo Prior.

Hay una página perdida en el fárrago del Teatro que comienza con una cita enn alemán del comienzo del Cuarto Evangelio, conocido como Evangelio de Juan (“Am Anfang / war das Wort". Esa cita y el resto, lo que está fuera de las comillas, forman el poema “Das Wort” (“La palabra”) de Rose Ausländer (1901-1988), amiga de Paul Celan, a quien conoció en el guetto de Chernivtsy. Celan usó, en su célebre “Todesfuge”, la imagen “negra leche” que Ausländer había incluido en un poema publicado en 1939.

Los materiales del Teatro Proletario de Cámara constituyen, antes que una obra, un archivo intervenido: la pornografía allí recopilada brilla casi siempre tachada, como aquello que hay que olvidar después de haber leído (después de haber visto).

Una de las preguntas que deberían hacérsele a ese archivo es por las fuerzas que han hecho coexistir en su seno escenas fotográficas de sexo explícito de la década del setenta con fragmentos de discurso político argentino y con un poema firmado por una poeta judía que eligió como seudónimo el apellido de su primer marido, Ausländer (que significa “extranjeros”).

Debemos a César Aira un primer ordenamiento de esas piezas, así como la edición de su obra dispersa. A Valentín Roma le debemos las primeras muestras a partir del Teatro proletario de cámara, a UNTREF la digitalización de ese archivo y a la editorial nudista, ahora, la publicación local de esas páginas abrumadoras.

César Aira termina el prólogo a Novelas y cuentos con esta anécdota: “Osvaldo conocía a Hegel principalmente a través de Kojéve, a cuya interpretación adhería a la vez que no se tomaba muy en serio (la misma ambigüedad tenía con Sartre, en cuyos libros encontraba, quién sabe por qué, una cantera inagotable de chistes). Pero también había leído a Hegel, y la última vez que lo vi, el día que se marchaba a Barcelona por segunda vez, tenía en las manos las Lecciones sobre la filosofía de la historia; lo había
elegido para leer en el avión, cosa que me explicó así: lo había abierto al azar, en una librería, y advirtió que en esa página casual Hegel hablaba de... Afganistán. (¡Afganistán, Afganistán!). Eso le bastó.”

El relato coincide con el escrutinio de la biblioteca lamborghiniana realizado por Valentín Roma, quien concluye: “Por último, vemos todo Freud, distintos textos de Kristeva, Lacan y Masotta, acompañados del inevitable La revolucion sexual (1936) de Wilhelm Reich y del imprevisto Escupamos sobre Hegel (1973) de Carla Lonzi.”

Por supuesto, esa lectura “de aeropuerto” es tan decisiva para entender el Teatro proletario de cámara como la posición feminista de Lonzi, que había ya destruido los transcendentales de género.

Ahora bien, la pregunta sería: ¿Qué pasa cuando la “obra” lamborghiniana confronta la palabra (que es el tema obsesivo de su escritura) con las imágenes, como sucede en el Teatro proletario de cámara? Es decir: ¿qué sucede entre lo imaginario y el reino del símbolo o en la fricción que entre ambos se produce?

Las escenas sexuales del Teatro proletario de cámara están, todas ellas, intervenidas, tachadas, suspendidas en su efecto y además se dejan llevar por la locura proliferante que arrastra a la escritura. Salvo una, la lámina que funciona en el Teatro como entrada a la obra “literaria” de Lamborghini: la lámina del Cloaca Iván, protagonista de una “novela introspectiva” escrita en a mediados de la década del ochenta. Las notas de los editores del Teatro consignan ottras apariciones en Poemas y OL inédito.

La escritura y la imagen hacen allí juntura y la escritura de Lamborghini se limita a caligrafiar la carne de Iván, a delinear su barbilla, sus tetillas, su ombligo, su verga.

Contra la proliferación insensata de lo imaginario, el Cloaca Iván (y su verga rompeportones) establecen un orden y un principio de identificación o de distancia. Eso es la Aufhebung hegeliana o la Verneinung lacaniana, aplicada por Lamborghini tanto a su relación con el Martín Fierro como al Cloaca Iván. “Lalo Cura”.


viernes, 5 de abril de 2024

Invitación

 

Presenta: Daniel Link. Lectura incomparable a cargo de Fernando Noy. Invitada especial: Ana María Chagras. Editores: Omar Genovese, Agustina Perez, Martín Maigua, Miguel Vega Manrique (eds.)  

 

sábado, 30 de marzo de 2024

Pasar el invierno

Por Daniel Link para Perfil

Y de pronto, el otoño se abalanzó sobre nosotras. Nunca antes había experimentado con tanta nitidez ese paso equinoccial.

Los días previos la lluvia había insistido en descargar su caudal impiadosamente. El calor no sólo no mermaba sino que, con la humedad, parecía solidificarse. Pero el 21 a la madrugada tuvimos ya que manotear algún saco a mano antes de salir a darles de comer a las perras, el cielo ya totalmente despejado y clarísimo.

En el campo todo es más nítido: las estrellas del cielo, los cambios de estación, el silencio (cuando se puede disfrutar de él).

En el medio del jardín delantero apareció una ronda de hongos. Al principio tenían forma de bala de cañón, pero después se abrieron como paraguas gigantes. Las lluvias habían terminado con el repiqueteo de las bellotas del roble sobre el techo de chapa. Fueron los primeros anuncios de un estruendo que nos acompañará todo el otoño. Alertas, las ardillas de los alrededores se acercan a la casa, movimientos que las perras observan con grandes expectativas.

La pereza vegetal empieza a sentirse. El pasto pegó su último estirón antes de llamarse a resistir la escarcha matutina. Las plantas entran como en receso, pero todavía aprovechan los últimos calores. Las naranjitas empiezan a juntar panza (después de las heladas, recién, podrán comerse).

El tubo de gas que debería durarme más de un mes, me costó cuarenta y tres mil pesos ($ 43.000). ¡Y después los citadinos de quejan del costo del gas natural! Probamos la chimenea y la salamandra. Funcionan bien. Pero tenemos poca leña así que habrá que ir a comprar. Mientras tanto, nos arreglaremos con los restos de ramas caídas durante el verano.

Hay algunas estufas eléctricas que podríamos instalar, pero no nos atrevemos a hacerlo sin comprobar previamente el costo del kilovatio. Hace algunos años debimos instalar paneles solares. No lo hicimos porque entonces no nos convenía y ahora me arrepiento. ¿No sería buenísimo que el Sr. Milei nos ayudara a liberarnos del yugo del Estado en materia energética? Que nos otorgue créditos blandos para instalar paneles solares. O, en su defecto, que devuelva los fondos de investigación que nos arrebataron.

Algo como para pasar el invierno.

domingo, 24 de marzo de 2024

Más claro, echale agua (bendita)

 (vía Horacio Verbitsky en El cohete a la luna)


 

 

sábado, 23 de marzo de 2024

Las mil y una castas

Por Daniel Link para Perfil

Es Antonio Gramsci quien más ha trabajado con la oposición “casta de gobierno separada del pueblo” (Los intelectuales y la organización de la cultura). Por supuesto, las castas son plurales (casta sacerdotal, casta militar, estamentos, etc.).

Detengamonos en la que más persistentemente ha sufrido el común desprecio. En Enrique VI, William Shakespeare le hace decir a uno de sus personajes: “Lo primero que hay que hacer es matar a todos los abogados”.

Casi al mismo tiempo, Francisco de Quevedo se queja en el Sueño de la muerte: “—Hay plaga de letrados. No hay otra cosa sino letrados, porque unos lo son por oficio, otros lo son por presumpción, otros por estudio (y destos pocos), y otros (estos son los más) son letrados porque tratan con otros más ignorantes que ellos”. En el sueño del juicio final letrados, jueces, abogados, escribanos y ministros de la justicia habitan en las sucesivas visiones del infierno quevediano. En un famoso soneto, Quevedo lanza a los letrados el veredicto “o lávate las manos con Pilatos, / o, con la bolsa, ahórcate con Judas”.

La casta de los abogados ha sabido desde siempre despertar la animadversión de los fuera-de-casta. Un chiste corriente y muy antiguo se pregunta¿Cuál es la diferencia entre una sanguijuela y un abogado? Que la sanguijuela deja de chuparte la sangre cuando te morís”.

Detrás de un odio exacerbado a una casta, conviene preguntarse desde dónde ha sido formulado porque tal vez el odio sólo funcione como revelación de la adhesión a otra. Odiar a la casta de los aparatos de gobierno es una pulsión bastante corriente (por no decir vulgar), pero sorprende cuando son los mismos gobernantes los que sostienen ese odio. Tal vez haya allí una confusión de nombres y se trate del persistente y nada original odio a la casta de letrados.

Sólo se puede odiarla tanto desde el punto de vista del economista o el contador, a quienes no les viene mal la advertencia de Héctor Guyot, “cuando olvida el fondo contradictorio del propio ser humano, tanto en su carácter de observador implicado como en su ingrato rol de conejillo de indias irreductible a la planilla de Excel”.

Casta contra casta. El letrado contra el economista, dibujados por José Guadalupe Posadas: no importa quién gane, seremos sus víctimas.

 

sábado, 16 de marzo de 2024

Advertencia número 8


 

La nave de los locos

Por Daniel Link para Perfil

Hedwig invita a sus amigas a tomar el té. Conversan sobre una judía rica a la que, en otros tiempos, su propia madre servía. Rudolf participa de una gran celebración ante un nuevo logro en el procesamiento de judíos. Cuando su mujer, Hedwig, le pregunta si disfrutó de la fiesta, contesta que se distrajo pensando desde un balcón cómo gasearía a la concurrencia, reunida en un palacio de techos altísimos.

La casa de Hedwig es un bello vergel: se suceden los canteros con flores, la huerta, los árboles frutales. Hay una piscina donde los tres hijos de la familia se divierten con sus amigos.

En el fondo, siempre visible, una pared de cemento separa la propiedad del campo de concentración de Auschwitz, donde Rudolf oficia de comandante. Durante las comidas, mientras los niños juegan, cuando hay una reunión de oficiales para mejorar el procedimiento de incineración, siempre se escuchan los gritos, los disparos, los llantos de bebés, los trenes. De noche, los hornos crematorios tiñen de rojo el cielo.

Molesta con una de sus criadas, Hedwig le dice que su marido podría cremarla en cinco minutos.

Cuando le ordenan a Rudolf que se traslade a Oranienburg, Hedwig decide quedarse con sus hijos y su perro en la casa, que tanto representa para ella, sus amigas y su familia.

Se insinúa que tiene aventuras con algunos de los trabajadores judíos del campo, se muestra que Rudolf tiene sexo con mujeres judías prisioneras.

Vi la película por recomendación de Albertina Carri, quien agregó, por si su criterio no fuera suficiente, que era candidata al Oscar. Ganó como mejor película extranjera. The Zone of Interest fue realizada por Jonathan Glazer a partir de la novela homónima de Martin Amis, muy libremente adaptada. De hecho, Glazer investigó durante dos años en los archivos de Auschwitz, repuso los nombres originales de los protagonistas, ajustó los detalles a los testimonios.

Más allá de su enorme valor cinematográfico, The Zone of Interest nos obliga a pensar en esa catástrofe que domina el Siglo XX, nos sumerge una vez más en una pesadilla que nos constituye y que determina la forma de humanidad que desempeñamos.

El espanto de la película de Glazer nos interpela directamente. Esa ficción de normalidad (que nosotros supimos llamar “nueva normalidad” durante el gran experimento de control social) sucede en un contexto de locura intolerable. Pero, ¿quiénes son los locos? ¿Los que ejecutan las acciones dementes de las que son un índice la banda sonora, justamente premiada en Los Ángeles, o los que siguen sus vidas como si nada sucediera?

Rudolf lleva a sus hijos a nadar al río, del que tienen que salir intempestivamente: está lleno de cenizas y de restos oseos. Nadie (salvo tal vez la madre de Hedwig, que huye de la casa) se atreve a decir las palabras que correrían el velo de complacencia: “son la ultraderecha”, “es un proyecto criminal”.

Hoy, entre nosotros, esas palabras tampoco se dicen en la prensa argentina, que escucha acobardada los ruidos detrás del paredón y sólo se preocupa por la “gobernabilidad”.

 


jueves, 14 de marzo de 2024

A quien corresponda



sábado, 9 de marzo de 2024

Vidas de María

Por Daniel Link para Perfil

¡Para qué se me habrá ocurrido mandarle una autofoto (¡yo, que detesto hasta la sola idea de la “selfie”!) leyendo su libro recién recibido! Lo primero que me reprochó fue mi seriedad: “esa cara de culo quiere decir que no te gustó”. Lo segundo que hizo fue postear la foto en Instagram (¡red de narcisistas irrecuperables!) y el informe diario de “likes”. “Ya llegamos a cuatrocientos”.

Obviamente, esa tortura cotidiana era una demanda de lectura (cosa que iba a hacer, por deseo y necesidad). Pero lo que precipitó los acontecimientos fue una segunda foto de mí leyendo su libro acostado en un camastro marplatense. “Es un vago” mandó a comentar a una de sus esbirras para apurarme.

Pues bien, leí Pero aun así de María Moreno. Por supuesto, la “Introducción” reproducía muchos de nuestros diálogos, pero sin mis respuestas. Se queja de que ahora escribe con un solo dedo. Yo le había contestado “tanta diferencia no hay: antes escribías con solo dos”. Deplora el resultado de “letras comidas, palabras intercaladas”. Es lo que sufrí durante una década, cuando fui su editor en Página/12 (la contraparte es la admiración por un pensamiento que avanza más rápido que la propia capacidad de escritura).

Lo más importante del libro último de María Moreno es que abre una nueva habitación que sabíamos que estaba ahí, pero que María había ocultado con perversidad: “leo sin claves teórico-críticas”, dice todavía, cosa que la primera sección de Pero aún así desmiente categóricamente. Para mí es la parte más bella (más inesperada) de un libro todo él precioso: ahí María lee literatura puesta bajo el dominio de los nombres de mujeres. Es como un seminario condensado y yo, que cuando coincidimos alguna vez en San Francisco me quedé con ganas de escuchar sus clases, disfruté de cada capítulo como un alumno analfabeto en vastas materias mundanas (por supuesto, como María Moreno no acepta ningún elogio mío como tal, en páginas futuras evocará estas palabras para negarlas de plano).

Pero aun así quiere decir varias cosas al mismo tiempo: que, incluso cuando lo ficcional y lo autobiográfico se confundan, María quiere que en cada una de sus líneas, aun así, se lea que “esta soy y esta es mi vida”.

Superpongo a esa sabia consigna otra: aunque la literatura soporte el desprestigio de las causas perdidas, aun así leerla permite constatar que “mi vida” está entretejida con otras y forma parte de un comunismo vital que hoy más que nunca nos conviene sostener. Nuestras vidas en común, Moreno, qué felicidad.

 

martes, 5 de marzo de 2024

¿Quién no ha acariciando una media ilusión?

“La única manera de construir poder es ceder poder. Algo que hasta ahora Milei no hace. No le resulta fácil, tiene tan poco poder que no le sobra ni para muestra. Por eso el maratón de fingimientos con el que gestiona, en la ilusión que el discurso está por encima de la realidad. Una falacia técnica que prueba que también en semiótica el gobierno atrasa. Si no fuera así, el peronismo no hubiera sacado el 44% de los votos en el ballotage, ni mantendría un muro de bloqueo al oficialismo con 100 diputados y ya casi 40 senadores -son los que se juntan en estas horas para rechazar el DNU 70-.” 

Ignacio Zuleta para Clarín

 

 

lunes, 4 de marzo de 2024

domingo, 3 de marzo de 2024

Advertencia número 7


 

sábado, 2 de marzo de 2024

Gente de bien

Por Daniel Link para Perfil

Ya me dan arcadas cada vez que alguien dice “gente de bien” y “personas de bien”. En principio, ignoro a quienes se incluye en ese colectivo, cuyas filas no me siento llamado a integrar. ¿Tendría que compartir sonrisas cómplices con los nefastos aplaudidores de todo gesto de derecha, tal como puede verse en las señales de noticias de cable?

Peter Ptassek, el embajador alemán en Colombia dijo en mayo de 2021, cuando aquel país ensayó una división como la que hoy aquí pretende instalarse: “¿La gente de bien, quién es? ¿La que acata leyes, paga impuestos, tiene empatía con los vulnerables, protege el medio ambiente, promueve la paz, defensora de DDHH y de la sociedad civil, no vandaliza ni acaba con los bienes públicos? Si esa es la gente de bien, ¡no me la critiquen!”.

Entre nosotros, por el contrario, gente de bien es la que aprueba la vandalización y la destrucción de la cosa pública, la que se burla de los derechos humanos y ambientales, la que desprecia a los vulnerables y anhela su desaparición, la que fuerza las leyes o directamente las elude en su propio interés, la que evade impuestos y se beneficia de cuanto régimen de privilegio exista.

La “gente de bien” vive no de los privilegios sino que prospera en los privilegios. Por lo general la gente de bien responde al mantra de los nombres familiares. Son colectivos que operan a partir de un totem protector: los Menem, los Caputo (¡había tantos!), los Macri, los Tales y los Cuales.

Las personas de bien son las que obedecen ciegamente a un mandato, que interpretan como un Zeitgeist: ahora es así, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

sábado, 24 de febrero de 2024

Todo pasa y todo queda

Por Daniel Link para Perfil

Mar del Plata cumplió años. La historia de la ciudad puede pensarse en fases, la primera de las cuales concluye con la fundación oficial por parte de Patricio Peralta Ramos el 10 de febrero de 1874, en una estancia de su propiedad, a partir de una misión jesuítica denominada Nuestra Señora del Pilar de Puelches, que más tarde recibió el nombre de “Puerto de la Laguna de los Padres”.

En 1519, Magallanes había visitado las playas de Punta Mogotes, a las que denominó “Punta de Arenas Gordas”. Francis Drake se atrevió a llamar Cape Lobos al hoy Cabo Corrientes por razones obvias y Juan de Garay habló de una “muy galana costa” cuando la visitó en 1581 (el nombre quedó coo designante de uno de los hoteles finos del balneario).

La misión jesuítica de 1746 llegó a albergar a cerca de quinientas personas, desperdigadas por los tehuelches del cacique Cangapol. En 1856 aumentó la población a causa del incremento de las relaciones comerciales con Brasil. El portugués José Coelho de Meyrelles instaló el primer saladero a orillas de la desembocadura del arroyo Las Chacras (por Punta Iglesias).

En 1877, inicio de la segunda fase, Pedro Luro se puso al frente del saladero y desarrolló la agricultura, construyó un muelle e instaló un molino harinero. En 1886 llegó el ferrocarril. Ya había hotelería, porque la oligarquía provincial acompañaba sus envíos cárnicos al saladero cada tanto, pero el turismo se generalizó a partir de entonces (de 1888 es el primer “Reglamento de Baños”). El 19 de julio de 1907 la legislatura aprobó el proyecto que declaró ciudad a Mar del Plata. Para entonces, todos los patricios tenían ya sus terrenos y sus casas. Los Mitre, los Anchorena, los Bunge, los Peralta Ramos, los Ocampo. Replicaron, sin imaginación, los nombres del tablero porteño (aunque en otro orden).

En la fase siguiente, el peronismo desembarcó con sus proyectos de turismo para todos y todas. La construcción de los hoteles sindicales domina la transformación urbana.

La fase actual ya no es ni burguesa ni obrera. Su nombre se nos escapa. Predominan los condominios y las playas privadas hacia el sur de la ciudad (en los alrededores del Faro), que se llevan bien con el estilo de vida neoliberal (posclasista). Pero hay un resto que también nos interpela.

Amancio Williams y su esposa Delfina María Teresa Gálvez Bunge formaban parte de una rama progresista de la burguesía argentina. El padre de Amancio había comprado unos terrenos forestados por Matilde de Anchorena que habían pertenecido previamente a Emilio Mitre (nótense los apellidos), con la intención de hacerse una casa fuera del eje turístico de la ciudad. Alberto Williams le encargó a su hijo un proyecto que éste, inspirado por las ideas de Le Corbusier (con quien había trabajado en la famosa Casa Curutchet de La Plata), inscribió en el más puro modernismo.

Casi todo el mundo lo sabe: la casa adopta la morfología de una casa chorizo típicamente criolla, erigida sobre un puente de hormigón sobre el arroyo Las Chacras. El conjunto ha llamado la atención de historiadores de la arquitectura y del arte por el modo en que la pureza constructiva se inscribe en un ambiente “natural” (Matilde plantó robles y no árboles nativos, por cierto). El arroyo, que hoy está entubado, será replicado artificialmente para que se recupere el efecto de Blancanieves meets Astroboy.

La casa, de proporciones exquisitas y una acústica perfecta (Alberto era músico), fue vendida y luego abandonada en 1977. Vandalizada, podía visitarse a partir del cambio de siglo como un emblema del odio que la inteligencia puede suscitar. Luego, a partir de 2018 comienzan las tareas de restauración que continuaron hasta hace unas semanas, cuando la casa fue oficialmente abierta al público como Casa Museo bajo una felicísima gestión de la Municipalidad de General Pueyrredón.

Cada quien verá lo que quiera en ese dechado de virtudes que es la Casa sobre el arroyo. Yo eligo las connotaciones acuáticas: la casa es como un barco, que atraviesa los tiempos. O también políticas: otra cosa es posible, más allá del populismo (de izquierda o de derecha) que arrastró a Mar del Plata a un desgarramiento feroz.

Hoy el barco parece a la deriva, pero la misma existencia en concreto de una idea más allá del resentimiento nos salva del pesimismo existencial. Los males pasan, la inteligencia queda.

sábado, 17 de febrero de 2024

Libertad y cultura

La cultura se la banca y la imaginación sobrevive a todo. Por eso la política es ahora destruir a las personas, como soporte material de la cultura y la imaginación. “Acabar con el gramscismo” no es una consigna filosófica sino biopolitica. Pero la gran tradición cultural latinoamericana es communalista antes de Gramsci y con prescindencia de él. ¿Qué harán con eso?



Capitalismo y esquizofrenia

Por Daniel Link para Perfil

El problema es que nos pidan que aceptemos todo ciegamente, sin explicaciones. Sobre todo en un contexto de contradicciones agudísimas que no soportan el menor análisis. Los libertaristas, en su ignorancia, pueden aplaudir al mismo tiempo el abrazo a fuego de las ideas más individualistas y, al mismo tiempo, la identificación con la causa del Pueblo de Dios (el pueblo judío) que, como cualquier persona medianamente culta sabe, es una causa colectiva. No es posible, ni lógica ni éticamente, exaltar el mérito individual, la fortuna personal, el propio deseo, la liberación total de las energías del yo en nombre del Pueblo; y tampoco se puede identificarse con quienes dan forma a un Pueblo y lo establecen como patrón de medida de una moral en nombre de los individuos. Las religiones en general niegan la libertad individual, a la que ponen (en el mejor de los casos) como un asunto de libre albedrío, y lo hacen porque abrazan dogmas según los cuales hay pre-destinación, premios y castigos que se aplican uniformemente, es decir: colectivamente. En esos contextos mitológicos, uno puede decidir “libremente” pero debe atenerse a las consecuencias, que están ya fijadas de antemano. La exclusión es la operación principal de los pueblos (religiosos).

No se entiende la necesidad de tales cachiruladas argumentativas que no hacen sino opacar la relación con al verdad de quienes sostienen discursos públicos y terminan enredándose en laberintos de arena. La Sra. Pat(ética) Bullrich cree conveniente adaptar para Argentina el modelo de seguridad de El Salvador. Desde allá le contestan que nada que ver, son dos dimensiones muy distintas.

El Poder Ejecutivo envía al Congreso una Ley-Cachivache, que va perdiendo retazos por el camino. Luego se sabe que lo único que le importaba al Gobierno era el control de los fondos fiduciarios. ¡Haberlo dicho! ¿Quién podría negarse a una gestión transparente de esos mamarrachos presupuestarios?

Una ley sencilla que explicara claramente qué se pretende hacer con ellos habría bastado para convencer a tirios y troyanos. En vez de eso se elige la vía demente, el double bind (dos mandatos contradictorios imposibles de cumplir al mismo tiempo), y el sadismo paranoico.

sábado, 10 de febrero de 2024

Lectura de verano

Por Daniel Link para Perfil

No suelo leer en vacaciones. Como es lo que hago todo el resto del año, prefiero invertir mi tiempo en tareas menos habituales: pintar, lijar, barnizar, hacer jardinería. A veces traslado libros que vuelven de las vacaciones intactos. Al volver los miro con pena, porque sé que ya no voy a poder leerlos: otras cosas se me impondrán con plazos determinados.

Pero durante la semana que pasé en Mar del Plata leí un libro extraordinario que me reconcilió con la lectura inconsecuente, porque sí y, todavía más, con las potencias de la literatura que, pese a todo, permanecen intactas.

Un libro bueno, la literatura de verdad, vuelven importantes para nosotros cosas que no lo son. ¿Qué me importan a mí los chismorreos de unas mujeres de clase alta neoyorquina? Absolutamente nada, hasta que leo Plegarias atendidas de Truman Capote. ¿Qué pueden importarme los pareceres de un joven sobre lo que pasó en una fiesta en la que él no estuvo? Poco y nada, hasta que leo Glosa de Saer. ¿Y a quién podrían importarle las desventuras de un abogado fracasado que ingresa al clero y se dedica luego a las misiones evangelizadoras por el mundo del siglo XVIII hasta que se ve obligado a abandonar el barco en el que lo transportaban y a navegar a la deriva en un botecito por mares desconocidos y ominosos hasta llegar a un islote que no es tal sino un volcán en erupción? Por supuesto, ¡a nadie!

Y uno podría persistir en ese desinterés si no fuera por El náufrago sin isla de Guillermo Piro, que nos obliga a considerar como propios cada uno de los pormenores de la vida de Salvador de Liguria, pero en particular por detalles insignificantes como las reglas del Aluette (que en Wikipedia aparecen como similares a las del Truco).

Más allá de su valor específico (contar una historia en particular, y hacerlo bien, a través de una lengua rica en pliegues sintácticos, luminosa en metáforas y, sobre todo, sostenida en un ritmo que no decae a lo largo de sus ocho capítulos), El náufrago sin isla nos devuelve la confianza en las potencias de la literatura: la novela de Piro nos fuerza a pensar en asuntos que no nos interesaban y a abrazarlos con necesidad maníaca. Por supuesto, esa es una cualidad sólo de la literatura de verdad.